Senul 15:05
Un grupo de montañas se divisa a lo lejos de
un páramo, en medio del boscoso bosque que cubre la montaña se encuentra una
urbe, la mañana apenas está comenzando y el iluminador astral asciende por los
cielos de la tierra cronológica.
En medio de la metrópolis resaltan los
artilugios mecánicos que los hombres llaman máquinas, impulsados por vapor y
fuego. Grandes edificios que compiten por sobresalir del espeso bosque que está
en la montaña, los cuales se ven iluminados lentamente a medida que el tiempo
pasa.
La mayoría de los hombres despiertan para
continuar la rutina habitual que constituye sus vidas. Pero entre todas las
personas que habitan en este complejo hay una que se rehúsa a renunciar a su
estado de somnolencia.
En uno de los inmensos edificios que
sobresalen de la ciudad hay un joven que habita en un cuarto pequeño que aun
continúa su trance, viajando por la tierra de los sueños. Es una habitación
pequeña comparándola con las otras que son usadas por los humanos, unas gruesas
cortinas cumplen la función de blindar el cuarto de las luces que riegan la
ciudad en este momento. Los muebles que hay en la habitación demuestran que la
dedicación impuesta en su fabricación hace un largo tiempo influye en la
resistencia de estos ahora. Encima de ellos se pueden ver piezas de maquinas de
diversas formas y tamaños. En medio del escritorio principal se puede ver una
pila de libros amontonados. Al lado de estos yace una nota escrita con tinta y
letra cursiva de forma reciente:
Desdichados
aquellos que eligen conformarse con lo que escuchan de los demás, porque ellos
nunca comprobaran si es la verdad.
Desdichadas
aquellas personas que eligen conformarse con una vida promedio, porque ellas
vivirán sin conocer sus límites.
Desdichadas
aquellas personas que solo buscan complacer a los demás, porque su vida nunca
les pertenecerá.
Desdichados
aquellos que solo persiguen el dinero, porque sus almas nunca recibirán las
respuestas que necesitan.
Desdichadas
aquellas personas que viven creyéndose lo mejor del mundo, porque ellas nunca
podrán mejorar como personas.
Desdichados
aquellos que oyen las voces interiores que claman por respuestas y eligen
ahogarlas con los placeres que este mundo tiene para ofrecer, porque sus
conductas destructivas harán sus vidas más cortas.
Desdichados
aquellos que se guían por las emociones fugaces que tienen, porque ellos
pasaran toda su vida perdidos.
Desdichado
yo, que sabiendo estas cosas no tengo ni la más mínima idea de donde hallar
respuestas.
Al
fondo de la habitación se encuentra el joven antes mencionado, aún
tapado con sus mantas luchando por seguir durmiendo. En un momento dado un
silbido proveniente de una caldera comienza a sonar y a aumentar su intensidad
de una forma uniforme.
El joven llamado Ciro renuncia a su batalla y
comienza a retorcerse en su lecho. Luego de pronunciar algunas palabras
incomprensibles en un tono malhumorado por fin decide poner sus pies en el piso
e iniciar con su vida en la tierra de los vivos.
En un ritmo lento pero constante realiza todos
los preparativos para suplir sus necesidades de mortal y poder estar de una
forma presentable ante los otros habitantes de la ciudad. Luego de haber
cumplido sus tareas de rutina procede a salir de la habitación.
Un pasillo largo y uniforme lleno de puertas a
ambos lados, cada una de la misma textura y tamaño, conduce a Ciro a una puerta
de acero enrejada. Ciro se ve como todos los días, viste un guardapolvo de
taller negro con unos pantalones color azul oscuro de tela gruesa. Lleva un
bolso en su espalda, de los bolsillos sobresalen planos y herramientas. Las
manchas de aceite decoran su ropa dándole un aspecto indecoroso para ciertas
personas que habitan allí. Lo único que pareciera estar limpio es su cara y su
cabello de pelo negro, llaman la atención los lentes negros brillantes que
lleva sobre su cabeza y las botas metálicas que parecen ser un poco grande para
la proporción de su cuerpo.
Al llegar hasta la puerta enrejada se detiene
y presiona un botón al costado de este. Los suspiros pasan y se acciona un
mecanismo de poleas y engranajes que van rechinando y resonando a la vez que
suben una jaula metálica.
Cuando asciende hasta la ubicación de Ciro
podemos ver que en su interior se encuentra un anciano de cabello y bigote blanco, vistiendo un uniforme de
tela elegante color negro. En su cara tiene una expresión de desagrado.
- Buenos Días señor Desdero… -dice el viejo
hombre tratando de sonar de forma amable.
- Buenos días Don Bittor, le tomo más tiempo
hoy que de costumbre- dice Ciro a la vez que procede a subir al ascensor.
-Es mi tiempo de descanso- expresa con un tono
de fastidio a la vez que procede a accionar un mecanismo de manivelas que se
encuentra en frente suyo- Usualmente los habitantes de esta edificación
acostumbran a salir más temprano por lo que mi presencia en mi puesto tiende a
abarcar ese periodo de tiempo- explica el hombre viejo a la vez que el
mecanismo comienza a resonar nuevamente y emprende el lento descenso.
-¿Pero no se supone que deberías estar desde
el segundo sextenio hasta el tercero?- replica Ciro con un tono indiferente-
Digo, no quiero ser grosero ni nada por el estilo, pero se supone que deberías
estar pendiente de los pedidos que recibes durante ese periodo de tiempo- se
expresa de una forma detallada luego de escuchar y comprender sus primeras
palabras.
- No soy una maquina y como lo establece las
leyes es mi derecho tener un tiempo de descanso, en este caso yo elijo, dos
sexagésimos que los uso desde las 16 hasta las 18 para comer algo y descansar,
teniendo en cuenta que todos los residentes del complejo abandonan el lugar
para las 15:19 sexagésimas, exceptuando a usted joven Desdero- dice el viejo de
una forma poco amable.
- Yo no me rijo por las conductas de los demás
Bittor, llevo las cosas a mi propio ritmo- afirma Ciro de una forma tranquila-
además no te robo mucho tiempo, solo te lleva un par de entreactos transportarme hasta la planta baja.
- Una interrupción es una interrupción, no
importa si sea de un par de suspiros, un par de entreactos o un sextenio, usted
más que nadie debería saber eso. Lleva tiempo aquí y ya me he percatado de sus
hábitos nocturnos que le inducen a esta conducta desincronizada. Debería dejar
esas prácticas extraordinarias y ajustarse a una vida normal como la demás
gente.
- Solo existe una oportunidad para vivir y
usted debería saber eso a su edad, por lo demás ¿Qué tiene de malo observar los
cielos?, creo que es una actividad no muy valorada en esta época- Ciro voltea a
ver a Bittor y este lo mira con una cara de descontento.
- No tiene sentido afanarse viendo la
inmensidad de los cielos, observando cada uno de sus rincones. Nadie niega de
que las estrellas sean admirables pero dedicar cada noche a ellas no es
recomendable para una persona de su edad, en fin, no soy su padre para ir
imponiéndole reglas, solo le doy mis recomendaciones y consejos- Bittor suspira
de una manera prolongada a la vez que el ascensor se detiene en la planta baja-
Que tenga un buen día señor Desdero-el viejo hombre hace un ademan de despedida
mientras va accionando de nuevo la manivela.
- Hasta luego Bittor- se despide Ciro y
comienza a caminar por una amplia recepción que se encuentra vacía. Los pisos
son de mármol pulido que brillan reflejando las siluetas de todo lo que se
encuentre por arriba de ellos, incluido los muebles que tienen un acabado fino.
Un ventanal gigante adornado con cortinas rojas muestra una calle amplia, con
algunas personas caminando en las aceras. Las suelas de las botas de Ciro
producen un rechinido sobre el piso de mármol por lo cual éste debe caminar de
una manera cuidadosa ya que no le gusta llamar la atención de los empleados del
lugar.
Al llegar a la calle mira el reloj que se
encuentra en uno de los faroles de la avenida central y se dispone a caminar
hacia una casilla de una forma apresurada. Las calles se encuentran llenas de
gente vistiendo trajes y vestidos con arreglos innecesarios. Todos los hombres
llevan sombreros innecesarios y las mujeres lucen vestidos con accesorios que
rozan lo ridículo.
Por la calle circulan carros elaborados con
series de artilugios ingeniosos, cada uno diferente al otro; son pocos los
carros tirados por caballos que se observan, la mayoría de estos son utilizados
por familias de ascendencia noble que quieren continuar con la tradición de
hace siglos. Ciro llega hasta la parada justo a tiempo para subir a un vehículo
grande que se desplaza a través de vías.
La ciudad a pesar de estar en una agrupación
de montañas tiene un gran terreno plano, las calles y edificaciones no se
encuentran desniveladas y los vehículos se transportan sobre ella sin ningún
inconveniente. El transporte va cruzando la ciudad hasta llegar al límite de la
misma. Una muralla de piedra maciza se erige y deja en ridículo a todos los
edificios de la ciudad, arriba se pueden apreciar ventanas que interrumpen la
composición de piedra del muro.
El bus se detiene en frente de una entrada
esculpida en piedra, en su interior solo queda Ciro que procede a bajar. La
puerta hace ver a Ciro minúsculo mientras se va acercando a esta, arriba de la
puerta se puede ver unas palabras grabadas en el marco de piedra apenas
legibles por el musgo que creció en ellas: “Per Sapientiam et Laborem ad
Lucem”.
Ciro fue caminando de una manera lenta y
silenciosa hasta el interior, observando cuidadosamente cada lugar del recinto
en el cual entró. Las paredes eran de piedra tallada toscamente y los muebles
que se encontraban en su interior eran en su mayoría de hierro y metales, de
forma que la madera y alguna que otras placas de mármol y granito pulido le
hacían de decoración. EL techo del lugar se perdía en la oscuridad ya que las
luces que había en su interior no llegaban a delimitar su final de una forma
visible. Varias maquinas y artilugios se exhibían en vitrinas, todas de una
apariencia milenaria con descripciones y planos que acompañaban a cada una.
De entre la penumbra que se halla al fondo
comienza a escucharse una melodía compuesta por notas metálicas que resonaban a
causa del silencio del lugar, la composición de las notas transmitía una
melancolía profunda. Ciro se fue acercando de una forma cautelosa hacia el
origen de la música. Al llegar se percata de que una mujer joven había
accionado uno de los mecanismos que se hallaba en una vitrina.
-Se supone que deberías estar en el instituto
dando clases con Lennox… -Dijo la mujer sin ni siquiera voltearse a ver a Ciro.
- Se supone que no deberías utilizar ninguna
de las reliquias, ni siquiera tocarlas y eso que eres la encargada de la
recepción, eso incluye cuidar de que otras personas no manipulen las maquinas
expuestas en las vitrinas y cumplir las reglas Zoe- Ciro sonríe haciendo un
gesto amenazador.
-¿Crees que tengo miedo de que me acuses con
Lennox por utilizar el Avivador de Melodías?- Dice mientras se acerca a Ciro,
dejando que la luz haga visible su persona. Zoe era alta, incluso a simple
vista pareciera ser que era más alta que Ciro, de pelo largo y de un color
rojizo apagado, sus ojos verdes parecían brillar en la oscuridad; vestía una
chaqueta color café y unos pantalones azul oscuro. Su apariencia resultaba
intimidante para los hombres, ya que no acostumbraban ver a una mujer vestida
de esa manera - Conoces mejor que nadie que lo de recepcionista es solo una
fachada para que yo pudiera trabajar en este lugar, estoy más que capacitada
para realizar el mantenimiento de cada artefacto, reliquia, maquinaria y
mecanismo que se encuentre en esta ciudad- termina la frase con un tono de
soberbia.
- Esta bien, no voy a decir nada si me dejas
entrar a la biblioteca- Ciro replica intentado negociar con Zoe.
- Conoces el camino Ciro, Lennox va a estar
aquí antes del cuarto sextenio, no dejes que te vea cuando entre ni te lleves
ninguno de los libros, al terminar el día voy a revisar cada estante y si falta
alguno… - termina señalando a Ciro con una expresión amenazadora.
-Nos vemos luego… relojera-se despide Ciro
intentando ahogar la última palabra.
-¡Te escuche mecánico sobrevalorado!- se
escucha el grito de Zoe a lo lejos mientras Ciro sube por una escalera.
La ciudad del conocimiento, era así como se
conoció en una época la montaña y el sistema de cavernas que Ciro recorría en
ese momento. Hace varios siglos, según cuenta la leyenda de los hombres, ese
lugar fue el centro de logística y desarrollo de la raza humana durante la
guerra oscura. Las habitaciones y lugares que se encuentran dentro de este
complejo son casi infinitas; en la actualidad la mayoría de la habitaciones,
compuestas por cavernas naturales y artificiales, se encuentra en estado de
abandono. La gente dejo de interesarse por la ciencia y según dicen, cuando
termino la guerra oscura la gente fue abandonando el lugar para establecerse en
la superficie. Un lugar inmenso ciertamente, que esconde secretos y verdades de
otra época.
A Ciro el camino le resultaba conocido ya que
en sus días libres recurría a este lugar a leer e investigar sobre las
preguntas que tenía. El camino a la biblioteca central duraría sexagésimos si
no fuera por un sistema de vehículos internos que desarrollaron Lennox y sus
predecesores.
La biblioteca central se encontraba en el
corazón de la montaña, el recinto abarcaba la mayor de las cámaras que había
dentro de la montaña, una oscuridad impenetrable resguardaba las legiones de
estantes que contenían libros en su interior. Luces tenues iban encendiéndose a
medida que Ciro avanzaba a través de los pasillos, lo que dejaba entender que
un complejo sistema de iluminación se habría instalado en ella para no
desperdiciar la energía eléctrica que había en el lugar. Con cada paso que Ciro
daba se iluminaba el camino, 6 pasos adelante
y se oscurecía todo lo que estuviera a más de 6 pasos atrás de él.
Un silencio abismal hacía que los pasos de
Ciro se convirtieran en golpes que recorrían toda la extensión de la biblioteca
y produjeran un eco fantasmal que iba desapareciendo progresivamente.
La caminata de Ciro se prolongo por
entreactos, haciendo que este llegara al rincón, más alejado de la biblioteca.
Una densa capa de polvo cubría una fila de estantes con libros, donde resaltaba
una abertura en lo más alto del último estante que estaba libre del polvo.
- …Voy a revisar cada estante y si falta un
libro…- murmura Ciro en un tono satírico mientras extrae de su bolso un par de
libros y procede trepar con esfuerzo por el estante para depositarlos en su
lugar. En un descuido el estante comienza a inclinarse por el peso que ejercía
Ciro, por lo que este hace una maniobra forzada para impedir que el estante
caiga.
Logra apoyarse con un anaquel del frente y empujar de vuelta el
estante que estaba cayendo. Al realizar esta acción un grupo de libros cae
ocasionando un sonido seco que retumbo en el lugar. Rápidamente Ciro levanta
los libros uno a uno y comienza a reubicarlos, al hacer esto uno de los libros
deja caer un grupo de papeles viejos que estaba en su interior, lo que llama la
atención de Ciro y este los recoge y los desdobla, descubriendo una serie de
páginas de origen antiquísimo, en las que se puede leer en las primera hoja:
Diario
de Elek, Primera trayectoria lunar de
Alden, día vigésimo tercero:
La
guerra aún continua sobre la tierra, la oscuridad lo cubre todo con una fuerza
implacable, más hombres cada día se van sumando a esta fortaleza subterránea
Los
ingenieros hacen lo posible por mantenernos alejados de la oscuridad,
afortunadamente las reservas de carbón de esta mina son vastas.
Mi labor
como estratega militar no ha sido muy efectiva, las bajas en nuestro ejército
siguen aumentando mientras nosotros ni siquiera hemos descubierto algún punto
débil en aquellos entes de oscuridad que merodean en la superficie desde la
última luz.
He
estado pensando acerca de los rumores de los confines de la tierra, aquellos de
los que hablaban los exploradores de antaño, de un abismo que rodea una tierra
desolada.
Dicen
que ese fue el lugar en donde se origino nuestra guerra, los rumores hablan de
seres incorpóreos que se ocultan entre las ruinas de una ciudad colosal, de
seres extraordinarios que lamentan su destino, que tienen prohibida la
existencia en este mundo.
Ciertamente
yo también dudaba de los relatos fabulosos e increíbles de los viejos
exploradores, pero ha llegado a mí un artefacto de la Familia Almer, fue un
tesoro de los primeros exploradores, fácilmente sería visto como una simple
joya si no fuera porque emite una extraña luz cuando está en la oscuridad,
según mis soldados esa luz ahuyenta a los sombríos seres que nos cazan.
La
familia no tiene más respuestas acerca del objeto, los ingenieros no tienen
idea de que materiales o aleaciones está constituido, necesito respuestas.
Mi
expedición iniciara obligatoriamente mañana…
Los ojos de Ciro se iluminaron con entusiasmo
mientras leía la página, rápidamente comenzó a recordar las historias que le
contaban hace no mucho tiempo, cuando él era solo un niño.
No había tenido una infancia común, sus padres
murieron mientras el todavía era un bebe. Su abuelo, quien era uno de los más
reconocidos mecánicos artesanos se encargo de su educación. Ciro creció en
medio de un taller, acompañando a su abuelo día tras día, ayudándole en sus
proyectos, aprendiendo cada secreto y detalle de la profesión que llevaba
adelante su abuelo. Él podía recordar aún las viejas historias que su abuelo
frecuentaba contar, historias que no había en ningún libro, historias que
hablaban de una guerra de tiempos inmemorables, de un héroe que los llevo a
todos a la victoria.
Ciro lentamente vuelve a doblar las páginas
con cuidado y las mete cuidadosamente entre los planos que llevaba en su bolso
y continúa su camino cruzando la amplia biblioteca.
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